31 de marzo de 2012

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD ADOLESCENTE

Los medios de comunicación constituyen una rica fuente de recursos simbólicos con los que los adolescentes interactúan en la elaboración de la propia identidad. Éstos se sirven de un conjunto de textos mediáticos que atraen por igual a chicos y chicas y que utilizan a modo de caja de herramientas para negociar la identidad juvenil. Hace sospechosa la idea de un yo estable y de una identidad única.
 

Constituyen un espejo para los adolescentes. Fiske sostenía que “la gente joven está continuamente comparando y contrastando el mundo de la televisión con su propio mundo social de acuerdo a un rango de criterios con el que ellos evalúan el realismo de las representaciones de la televisión". La adolescencia es un tiempo que se caracteriza por el incremento en la autoconciencia, por lo que son especialmente sensibles a las imágenes que provienen de los medios. Esas imágenes son utilizadas como fuente de información y comparación en la búsqueda de su identidad. Sostienen, por ejemplo, que las imágenes ingenuas y románticas mostradas por algunos espacios que retratan familias felices tienden a ser rechazadas por los adolescentes que viven una vida muy alejada de lo allí exhibido. En cambio, aquellos otros que perciben similitud entre su familia y la que se representa en la televisión toman imágenes y estereotipos de ella de manera natural. Pero aquellos que viven situaciones familiares muy divergentes a las emitidas en esos espacios reaccionan contra ellas.
De modo inconsciente, sus problemas familiares diarios se ven proyectados en lo que ven. Las series y películas les están enviando una imagen susceptible de ser utilizada en la negociación de su identidad. Conforman un espejo que supone un parámetro de evaluación de su vida y de su situación personal. La dificultad que entraña para un chico el contraste entre lo que vive y lo reflejado en la pantalla provoca reacciones muy diversas. El receptor adolescente desde su perspectiva de género y su experiencia vital se ve impelido hacia actitudes de identificación u oposición o, dicho de otro modo, de encuentros y desencuentros.

En los resultados obtenidos de diversos estudios con chicos y chicas de edades comprendidas entre los 15 y 19 años pertenecientes a centros privados y públicos a comienzos de 2005, se puede destacar la existencia de un conjunto de productos audiovisuales que aparecían continuamente entre sus preferencias y que eran independientes del género. Atraían por igual a chicos y chicas. En primer lugar se hallaban los textos relativos a temáticas de suspense o terror, que constituyen el género preferido como relato audiovisual más allá del soporte mediático de que se trate. En segundo lugar, en lo que respecta a programas televisivos, dos tipos, igualmente independientes del género, aparecían como destacados, las series y los llamados talk shows.

La inclinación por temas de terror en el ámbito juvenil no puede pasar desapercibido para quien se halle interesado en las relaciones de los jóvenes con los medios de comunicación. Como han puesto de manifiesta algunos estudiosos estos contenidos suponen una implicación psicológica donde la subjetividad adolescente ve reflejadas las contradicciones y dificultades propias de esta etapa vital. El miedo es un sentimiento que paraliza y conmueve a los chicos de hoy como a los de ayer. En un período de reafirmación y de búsqueda de la identidad, uno de los pasos inevitables es la contradicción. Decir lo contrario de lo que dicen los padres o profesores provoca una opinión propia y una sensación de seguridad, aunque sea sólo aparente. Y lo más importante: congrega a todos los chicos y chicas en una especie de sentimiento unitario del que están desterrados los adultos, sus enemigos. A través de los temas de suspense, como componentes esenciales de los relatos audiovisuales, hallan cauce de expresión los temores e incógnitas del mundo entorno suyo: el miedo, la intriga, los sobresaltos, la emoción de lo desconocido. Y deben sentir todo eso, de lo contrario no hay emoción y, por consiguiente, no hay vinculación con lo que ven, volviéndose anodino y perdiendo todo interés.

El segundo ámbito mediático con el que los adolescentes interactúan en la construcción de su identidad son las series. Varios estudios han demostrado que estos chicos y chicas ven las series como algún tipo de experiencia sobre el mundo y sobre la vida. Las relaciones con estos espacios se apoyan en vínculos emocionales y en discusiones con otros. Hablan de su familia, sus relaciones, sus romances, sus sentimientos. Y aunque es cierto que los personajes de esa realidad monitorizada que es la pantalla no están físicamente presentes, pues, después de todo, se trata de una imagen, cuando un chico ve en una serie cosas que le suceden a un grupo de amigos de un colegio está haciendo algo más que leer. Lo que aparece ante sus ojos no es un simple texto o documento, dado que se muestran experiencias reales de gente real.

Las relaciones con las series en función del género ciertamente presentan matices diferenciados. Todo parece indicar que ellas muestran más complicidad sentimental con sus personajes. Al ser más fuerte el vínculo establecido con ellos tienden a proporcionarles un mayor crédito, de acuerdo con los apuntes de diversas estudiosas de la recepción femenina. En algunos casos su interacción con los personajes es tan real que los tratan como si fueran de carne y hueso, como lo pone de manifiesto la mayor cantidad de correspondencia y confidencias con ellos por parte de las chicas. Pero, por lo mismo también muestran mayor hostilidad sentimental hacia esas mujeres que son rivales de quienes les gustan en la pantalla. De ahí que se opongan a ciertos personajes femeninos que, aunque relevantes en la serie, son sus rivales sentimentales.

Otros estudios dicen que muchos chicos ven series para adquirir información sobre sintaxis del amor, aunque les cuesta admitirlo, pues ellos tienen más problemas no resueltos con estos productos televisivos que sus compañeras. Hay una fuerte presión de grupo para ello, una indeterminación de vínculos emocionales hacia este tipo de programas. Los tradicionales símbolos de la masculinidad constituyen el trasfondo del que emergen las contradicciones de los chicos adolescentes hacia ellos. De este modo, en un primer momento se niegan a admitir su valor de aprendizaje social, pero si se les inquiere para que verbalicen ese temor a reconocer que ven espacios sobre estos temas, y que les interesan más de lo que dicen, finalmente acaban reconociéndolo. Los chicos tienden a negar en las discusiones de grupo todo interés en las soaps por considerarlos “programas de chicas”. Sin embargo, en entrevistas individuales confirman que no sólo las ven sino que hablan de ellas con sus pares, aunque reconocen no hacerlo con las chicas. Esto último confirma nuestras propias observaciones sobre la dificultad de los adolescentes masculinos para vehicular sus sentimientos a través de las series. Su primera inclinación es la de rechazarlas pero conocen los personajes y las situaciones, y a medida que se habla de ellas en un clima alejado de toda supervisión de género se muestran proclives al reconocimiento de su interés.

Por último los talk shows se han convirtiendo en espacios emblemáticos para buena parte de los adolescentes y jóvenes. Hay entre este tipo de programas una variedad de formatos, pero todos poseen un alto nivel de seguimiento, sobre todo los que tratan temas cercanos a ellos.

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