Es indudable que la adolescencia es la etapa más temida por los
padres, sin duda por la imagen tan negativa que se tiene en nuestra sociedad,
se la considera como una etapa de conflictos, de ruptura, de enfrentamientos, “la
edad difícil” o de “la rebeldía sin causa”, asociándose fundamentalmente al mal
comportamiento y a los problemas en el hijo.
Algunos padres consideran la adolescencia como una crisis de tipo
patológico, y por tanto interpretan todas las nuevas conductas del hijo como
algo negativo, como un retroceso en la maduración personal que hay que combatir
y curar. Al ver la edad de la
adolescencia como una enfermedad reprimen conductas de sus hijos que son
normales en esta edad y que cumplen una función necesaria para el desarrollo
personal, como puede ser el su actitud crítica y el defender sus puntos de
vista, aunque sean equivocados.
Aquí tienen su origen
algunas actitudes negativas de muchos padres de hijos adolescentes: la
imposición y el autoritarismo, la incomprensión, la falta de respeto, la
intolerancia, la impaciencia, la desconfianza, el miedo a que se le “vaya de
las manos”. Son padres que en vez de ayudar a los hijos a ejercitar las nuevas capacidades
(reflexión, sentido crítico, razonamiento, autonomía moral, intimidad, apertura
a la amistad, etc.) se dedican con la mejor intención a frenarlas. De este modo
no sólo retrasan la maduración de sus hijos sino que además, provocan
situaciones de incomunicación y de conflicto.
Es cierto que muchos de los comportamientos del adolescente pueden
ser vistos como “defectos”: los adolescentes son imprevisibles, alocados, con
reacciones inesperadas, también son impacientes, lo quieren todo aquí y ahora, no
saben esperar, y si no lo obtienen se hunden, además son perezosos, tienden a
lo fácil, aplazan las tareas, desordenados y reacios a seguir planes y
horarios. Conviene que los padres vean
esos “defectos” y esas conductas inmaduras no como un retroceso en el
desarrollo sino el paso previo de la pubertad a la adultez.
Muchos padres creen erróneamente, y parece que tienen razón, que su
hijo adolescente ha hecho un retroceso o perdido madurez con respecto a etapas
anteriores, y así se dicen: antes era más aplicado, más obediente, más
respetuoso, más ordenado, más hablador. En efecto, en la fase adolescente
cuesta mucho más que antes ser obediente, no porque el hijo esté en rebeldía
sino porque está intentando “hacerse mayor”, en el sentido de actuar con más
autonomía que antes y no sabe todavía hacerlo compatible con la dependencia de
los padres y con las reglas de la familia. Le cuesta más desenvolverse en esta
etapa porque está intentando “valerse por si mismo/a”, vivir sin la protección
y exigencias de los padres, y esto requiere tomar “distancia de ellos” y
reconsiderar la validez de las reglas establecidas en lafamilia, aunque lo hace
cuestionándolo todo.
Los padres necesitan conocer los cambios que surgen en la
adolescencia para adecuarse a ellos y considerarlos como algo natural, como parte
de un proceso de crecimiento y así poder “acercarse” mejor a sus hijos.
http://www.pnsd.msc.es/Categoria2/publica/pdf/EscuelaPadres.pdf
http://www.pnsd.msc.es/Categoria2/publica/pdf/EscuelaPadres.pdf
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